Bueno, comenzaré diciendo que nuestro vuelo del día 16 de Septiembre salió con una hora de retraso. Además, con tormenta incluida en el norte de España lo que provocó unos minutos de tensión, ya que parecía que íbamos por la carretera más que por el aire. Los “baches” me hicieron botar en el asiento un par de veces, pero bueno, se respira hondo y todo pasa. Fui al baño del avión porque no aguantaba más. Al parecer había alguien dentro y luego se me coló la azafata que con la excusa de que iba a colocar más papel higiénico decidió aprovecharse y hacer sus necesidades. El aterrizaje fue genial. Ni siquiera me di cuenta de que habíamos tocado tierra, así que un aplauso al piloto (clap, clap).
Una vez llegamos al aeropuerto de Bristol, nos dirigimos al taxi que nos llevará hacia el hostal donde pasaríamos nuestra primera noche en Bath. Nuestras maletas no son lo que se dicen ligeras, por lo que recé para que el taxista fuera un forzudo que pudiera con ellas. Bien. Fue una mujer. Y musulmana. Vestida con sus ropajes apropiados cubriéndole todo el cuerpo y el pelo. Al principio chocó un poco, luego recordé que Inglaterra es un país multicultural y que sería algo normal que una mujer musulmana condujera un taxi por Inglaterra y que fuera aceptada tal cual era. Me parece muy bien. El problema: tuvimos que hacer un gran esfuerzo para subir los maletoncios al maletero. Menos mal que el padre de mi compañera Sira estaba con nosotras porque la mujer no hizo mucho esfuerzo que se diga para ayudarnos con las maletas. Bien, una vez dentro del taxi, el padre de Sira se colocó de copiloto (en el lado izquierdo claro está), y nosotras detrás. El hombre le mostró la tarjeta del hostal con la dirección y la mujer iba a escribir la dirección en su GPS. Lo gracioso viene ahora: el padre se acercó a ella lo suficiente para señalarle exactamente la dirección y la mujer, con un inglés perfecto, le dijo que no se acercara. “Soy musulmana, y no se me permite estar tan cerca de un hombre”. Le tradujimos lo que decía y tras un último intento de ayudarla con el GPS la mujer volvió a hablar esta vez con un tono más serio “No necesito ayuda”. Con una mirada fulminante, el hombre desistió. La tensión apareció en el taxi, pero en cuanto se puso en marcha el ambiente se relajó. La mujer, muy amable, nos dio conversación durante todo el trayecto. Las apariencias engañan. Fue la mar de maja.
Una vez entramos al hostal lo primero que hice fue observar al recepcionista. Un chico jovencillo de aspecto blandengue. Ahora tocaba lo mejor: ¿Qué piso me tocaría? Porque mi maleta de 30 Kg no iba poder subir sola… Recé de nuevo esta vez para que me diera el piso de abajo. Y tachán: Tercer piso. ¡Hala joven, a por ello que tú puedes! A Sira le tocó el segundo piso y entre ella y su padre subieron sus maletas. El pobre recepcionista no tuvo otra que ofrecerme su ayuda. Le dije que la maleta grande podíamos subirla entre los dos, pero quiso hacerse el fuerte y la subió él solo con un par. Supongo que se arrepintió de no haberme dado el piso de abajo.
Jaaaaaaajajaj qué bueno lo de la taxista, aunque es normal que supiera manejar su propio gps, teniendo en cuenta que su trabajo depende de ello.
ResponderEliminarEl taxita que me llevó a mi residencia no tenía gps y no sabía dónde estaba, así que dio un par de vueltas de más para encontrarla. Seguro que lo hizo aposta
jajajajaja
ResponderEliminarLo de la taxista me ha encantado!! :)
ResponderEliminarQue graciosa :)
Besos(L)